Boston y las mil reinas
Un coche con ocho caballos de fuego
debió llevarme a Boston
y no este avión enorme
que marca el infinito
como cualquier transeúnte estelar.
Será necesario
traer los recuerdos,
mil reinas
sin que haya entre ellas
una estéril,
el tiempo como surtidor de adivinanzas,
la savia animada de todos los sentidos,
un campo de robles,
el tren a Lawrence,
regocijos,
palabras,
así como un despertar alrededor de mí
en otro idioma.
Porque es aquí donde abro mi mano
me sirvo la risa
y como
hospedado en la alegría familiar.
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